Cuando abres una botella de gente a la que admiras, todo es muy
diferente, “cambia, todo cambia…” como canta la Rosarillo. No voy a hablar de
ilusión desmedida esta vez, pues se trata probablemente de lo menos complejo
que elaboran Sara Pérez y René Barbier, pero aunque pueda parecer curioso, en ocasiones esta
emoción ha sido inmensa y traducida al probar en ponérme la piel de gallina jeeeee, qué friki, qué expresión…
Luego están las expectativas, que siempre intento evitar en
todos los aspectos de la vida, pero que a veces surgen y si se crean, siempre
son mayores en estos casos. Y lo curioso es que generalmente, cuando en
destacadas ocasiones aparecen, en su mayoría se cumplen y es por eso por lo que admiro, volviendo al principio. Qué rollo….
Dido "la universal" (2017)… es que hasta el nombre me
alucina, como entre místico y astronómico. De cómo hacer algo tan rico, fresco
y equilibrado en viticultura ecológica, con levaduras no seleccionadas y con
posterior crianza en ánforas de arcilla y depósitos de hormigón, es decir de la forma más
natural, es para quitarse el sombrero este que me acaban de regalar. Y dejándonos de
peloteo que ni me va… tiene una carga frutal de escándalo, que adivina el objetivo
de preservar el origen, la uva; garnacha, cabernet y syrah en este caso. Pero
no solo ese, sino el de embotellar la
zona, con su clima, su paisaje y especialmente sus suelos, lo que llamamos
terroir, y eso es Monsant, un terroir especial.
Este Dido es un soplo de aire fresco, de expresividad, una muestra
de atrevimiento, un registro de disciplina, una nube cargada de coherencia que
deja en su rastro una personalidad dulce a la vez que seria, muy sutil, que cautiva, inspira y permanece en el tiempo.
Y sabe a vino!! Jajaja :)
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