lunes, 26 de enero de 2015

Como la vida misma...

No ha pasado mucho tiempo desde apunté una mención especial de un vino que requería su reflexión, no sólo por el contenido si no por el contexto que tanto nos influye.

En este camino, de suelo aragonés, pero abierto y con deseo de experiencias around the world, tenía pendiente una zona de la D.O. Cariñena, Longares y concretamente Covinca. Y es que existen ciertos prejuicios en esto de lo que se llama psicología del comprador, véase país, nombre de la D.O., bodega, tiempo de crianza incluso... y claro si algo aprendí rápidamente es que había que desmarcarse de estas "etiquetas" que si bien no se puede decir que no vayan mal enfocadas, nada garantizan y sobretodo producen desigualdad y gran perjuicio a aquellos que en el contenido de sus botellas presentan un inmenso trabajo y esfuerzo inmerso en una gran historia que han convertido en placer.


Poco conocía de la bodega, "que se pueda comentar". Sólo el mítico Torrelongares que recuerdo tanto sonaba en radio (y en TV me dijeron), así que un día decido probar "Terrai M 08". El "riesgo" que se pueda pensar por zona y/o cooperativa, lo supera el deseo de sumar referencias y de conocimiento (especialmente por la difícil variedad mazuela), que en cualquier caso servirá de aprendizaje.


Pero sorpresa, me encanta! Es un vino de capa alta, muy varietal, bien envuelto en madera (crianza de 15 meses) con la que forma un gran conjunto. Si bien es floral y especiado, con predominio de aromas y sabores terciarios, lo que a nadie se le escapa es que apunta un poquito licoroso, nada negativo y me gustaría que fuese un poquito más graso, característica que sin llamarme Rappel, ni llevar túnica ni las gafas al revés, hace que lo vea de la mano de un buen cochinillo asado, mmmmm...


Esta experiencia es como la vida misma, como aquello que nos ha pasado a todos alguna vez y ocurre cuando un día coincide que comienzas a tratar a aquella persona que si bien conoces de vista, por circunstancias nunca habías pasado del hola y adiós o ni si quiera eso. Y ese día después de la primeras palabras (generalmente suele ocurrir en ambiente festivo y con copa en la mano), quedas gratamente sorprendido, con una buena sensación al mismo tiempo que pensando ¿y cuál será el motivo porqué no habíamos hablado antes?...



jueves, 15 de enero de 2015

¿Repetimos?

La noticia de un reconocimiento de un vino aragonés en la guía “Los 100 mejores vinos por menos de 10 euros” - 2015 - de Alicia Estrada, me ha devuelto el grato recuerdo de cuando lo bebí, hará mes y medio en una cena de amigos. El fenómeno es Nietro de “Alianza de Garapiteros” (D.O. Calatayud). Si bien tenía la buena referencia  de su “hermano mayor” Alquez, no esperaba ese nivel en este otro. Es uno de esos vinos de alta extracción que me encantan, con cuerpo, golosos, eso sí, con un equilibrio en boca que mantengan el deseo de tomar otra copa. Rebosante de agradables aromas y sabores de su paso por barrica, perfectamente integrados mantiene intactas esas notas frutales tan características de esa variedad de todos y tan nuestra, garnacha.

Conclusión, un vino para repetir.

Desde mi perspectiva y con la “necesidad” de probar las máximas referencias posibles, creo firmemente que ése es el objetivo y el éxito de un vino, no sólo gustar, si no que invite a repetir que es lo complicado. Esto se podría traducir en producir emociones y conquistar a través del paladar. Tan primario, básico y romántico como el arte de la seducción. ¿No os parece?

Y como reconocimiento a la buena labor y oficio he de mencionar algunos de esos pocos que incitan (en pasado, presente y deseo que futuro) a repetir.

-         - Tres Picos, de Borsao (D.O Borja), del que no hace falta decir más de lo que se ha dicho sobre él y del que se considera es un regalo, demostrándolo en cada añada.

-         -  A de Aylés de “Pago de Aylés”, increíble lo que hay dentro de esa botella y si además le añades la admiración que le tengo a su artífice, lo raro sería no reincidir en ese vicio.

-          - Baltasar Gracián Viñas Viejas de “Bodegas San Alejandro” (D.O. Calatayud), del que al margen de sus logros y reconocimientos se puede resumir comentando la impresión que le produjo a mi buen amigo Luipi, un tipo fino de oficina, solamente aficionado, concretamente al tinto y especialmente la tarde de Nochebuena… y es que al probarlo en una presentación con personal de bodega, al preguntarle que le parecía exclamó: “Este vino está de puta madre!” a lo que no hizo falta añadir nada más.

-          - Por último mencionar un blanco, que lo entiendo más polivalente respecto a momentos de consumo que para lo que creo está "diseñado" y con un ratio calidad – precio extraordinario. Viña de Miedes Macabeo de la misma bodega que el anterior. Lo sorprendente y lo que para mí lo engrandece es lo obtenido de una variedad de la que ni soy fan ni confiaba mucho en sus posibilidades como la gran mayoría, pero de la que demuestra se puede obtener muy buen rendimiento.


Existe alguno más de los que un día hablaré, pero sobretodo un último, más reciente que requiere comentar con tiempo y más a fondo, entre otras cosas por no considerarlo una fácil elección.

Y como deseo y propósito de repetición en variedades (yo, consumidor regionalista) está la Pinot Noir, encumbrada y de la que se han escrito ríos de tinta, pero que he tardado más de lo debido en conocer y como referencia, entre otros tiene la culpa Racineuil de la región de Borgoña, de un estilo totalmente opuesto a mis preferencias, pero que cautiva.


Así que… ¿Repetimos?